Hoy os dejo un cuento infantil inspirado en Sebastián Covarrubias, el lexicógrafo español del siglo XVI al que se le atribuye el primer diccionario del castellano. Animo a los niños a descubrir palabras nuevas y a usar más el diccionario.
Espero que os guste.
Un beso con achuchón.
EL SABIO SEBASTIÁN
Sebastián recogía diariamente una palabra diferente
para aprender su significado y la echaba a un saco; ya tenía más de mil.
—¿Para qué quieres tantas palabras? —le preguntó un
vecino del pueblo extrañado.
—Me gusta aprenderlas y saber lo que significan; algún
día seré millonario en palabras.
—¿Millonario de palabras? ¡Vaya tontería!
—exclamó el vecino.
Pasaba el tiempo y el saco aparecía cada vez más
lleno; ya tenía dos mil palabras.
—¿Aún sigues recogiendo palabras? ¡Qué estupidez! —le
dijo el vecino mofándose de él al verlo cargando con el saco.
Pasaron los años y Sebastián había recogido tantas
palabras que las tuvo que repartir en cientos de sacos; ya tenía más de ochenta
mil.
Pasó un chiquillo corriendo por la plaza del pueblo y
Sebastián dijo:
—¡Este mozalbete es un astuto agibílibus!
—¡¿Qué has dicho?! —gritó la madre, airada, pensando
que había dicho algo horrible de su pequeño.
Y Sebastián le explicó el significado de esa extraña
palabra dejando a la madre tranquila.
Un día llegó al pueblo un hombre montado en un equino.
—¡Buenos días! ¡Bonito burdégano! —saludo Sebastián dando la bienvenida al
forastero.
—¿Y eso qué es? —dijo el hombre con los ojos abiertos
como platos.
Y Sebastián se lo explicó porque conocía al animal
mejor que su dueño.
Otro día pasó por el pueblo un vendedor que ofrecía a
los vecinos un raro artilugio: un tubo negro que en su interior tenía tres
espejos inclinados y multiplicaba unas imágenes muy bonitas al mirar por él.
—¡Un caleidoscopio! —exclamó Sebastián feliz.
—¡¿Un quéééé?!
—gritaron todos sorprendidos.
Y Sebastián se lo explicó porque sabía qué era y lo
divertido que resultaba jugar con un caleidoscopio.
Al poco tiempo Sebastián se encontró al vecino que
venía de sacarse una muela.
—¡Vecino, estás abuhado! —le dijo mirándolo a la cara detenidamente.
El vecino que tenía dolores y estaba de muy mal humor
lo empujó muy enfadado.
—¡¿Me estás llamando cara de búho?! —le
gritó muy colorado.
—¡Nooooo, cálmate! ¡Estás enajenado! —le
dijo, enfadando aún más al vecino que
pensaba que lo insultaba de nuevo.
—¡Ayuda! ¡Me ataca un orate! —gritó Sebastián al verlo
fuera de sí, y recibió un nuevo empujón del hombre ignorante que lo hizo caer
al suelo.
Cuando el vecino estuvo más calmado Sebastián le pudo explicar todo.
Además de millonario en palabras, Sebastián se
convirtió en un anciano muy sabio; las recogió en un diccionario para que todos
pudieran consultar su significado y no hubiera nunca más malos entendidos.